Este artículo fue publicado originalmente en inglés por Gospel Patrons.
Probablemente hayas oído la frase: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha.” Tal vez incluso la hayas leído en la Escritura. Pero, ¿significa esto que los cristianos nunca deben hablar de sus donaciones? No lo creo. Por eso aquí analizamos seis razones por las que hablamos de dádivas
1. Jesús se enfocó en nuestra motivación
En el sermón más famoso de Jesús, enseñó a sus seguidores: “Cuando le des a alguien que pasa necesidad, no lo hagas como los hipócritas que tocan la trompeta en las sinagogas y en las calles para llamar la atención a sus actos de caridad. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que esa. Pero tú, cuando le des a alguien que pasa necesidad, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. Entrega tu ayuda en privado, y tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará” (Mateo 6:2-4, NTV).
Jesús también enseñó a sus discípulos a orar y ayunar en secreto, pero nadie cuestiona si orar en voz alta con otros es antibíblico. El mismo Jesús oró en público. Lo que entendemos implícitamente es que Jesús no estaba dando un mandato absoluto para cada circunstancia, sino desafiando la motivación de los hipócritas.
Los hipócritas son dadores que buscan atención. Sus donaciones son un anuncio de sí mismos, no un reflejo que ilumina a Dios. Jesús quiere que sus seguidores eviten estas trampas de ser aparentemente religiosos, pero interiormente egoístas.
Aquellos que siguen a Jesús están motivados a dar por una recompensa que es mejor que la gloria de los hombres. Nuestra recompensa proviene de nuestro “Padre que ve en lo secreto.”
2. Jesús también enseñó: “Dejen que sus buenas acciones brillen”
Según Jesús, el secreto no es la respuesta en todas las situaciones. Más temprano en el mismo sermón, Jesús dijo: “Dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial” (Mateo 5:16, NTV).
Nuestro temor de compartir nuestras buenas acciones puede ser el equivalente a encender una lámpara y ponerla debajo de una cesta. Hay momentos en que nuestras buenas acciones deben hacerse delante de otros para la gloria de Dios. A.B. Bruce, un teólogo escocés, ofreció una gran sugerencia cuando dijo: “Muestra cuando estés tentado a ocultar, oculta cuando estés tentado a mostrar”.
Si tu corazón te lleva hacia el reconocimiento, ten cuidado. Pero si eres reacio a ser visto por otros, probablemente seas una lámpara brillante que necesita ser puesta en un candelero. La invitación de Jesús no es a una fórmula, sino a una relación viva con Él.
3. Jesús destacó públicamente a las personas generosas
El mismo Jesús anunció la generosidad de otros. Alabó públicamente a la pobre viuda que dio sus dos últimas monedas de cobre y le quitó su anonimato (Marcos 12:41-44).
Jesús también alabó públicamente la generosidad de la mujer que lo ungió con un frasco de alabastro de perfume muy caro. Él dijo: “Les digo la verdad, en cualquier lugar del mundo donde se predique la Buena Noticia, se recordará y se hablará de lo que hizo esta mujer” (Mateo 26:13, NTV).
Jesús sabía que naturalmente seguimos ejemplos. Necesitamos ejemplos de personas generosas que estén motivadas únicamente por su amor a Jesús. Una razón por la cual más cristianos no son generosos es porque pocos creyentes han estado dispuestos a dejar que su luz brille como modelos de generosidad.
4. La Biblia nombra a personas generosas
Es bueno hablar sobre dadivas porque la generosidad es la obra de personas reales que eligen dar un paso adelante en fe y dar. Y la Biblia se ocupa de reconocerlos por su nombre.
Zaqueo es presentado como “jefe de los recaudadores de impuestos y era rico”. Los recaudadores de impuestos eran conocidos por engañar a la gente para reclamar más dinero para ellos mismos. Pero, a través de un encuentro con Jesús, Zaqueo cambió y anunció públicamente: “Daré la mitad de mi riqueza a los pobres, Señor, y si he estafado a alguien con sus impuestos, les devolveré cuatro veces más” (Lucas 19:8, NTV).
En respuesta, Jesús no dice: “¡Shh. Zaqueo, no deberías hablar de estas cosas!”. ¡No! En cambio, Jesús dice: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lucas 19:9, NTV).
La relación cambiada de Zaqueo con el dinero era la evidencia de un corazón transformado. Fue bueno que Zaqueo hablara abiertamente sobre su dadiva.
El Nuevo Testamento menciona a muchas otras personas generosas también:
- María, Juana y Susana son mencionadas por proveer para el ministerio de Jesús (Lucas 8:1-3)
- La benefactora de Pablo, Febe, es nombrada específicamente a la iglesia en Roma (Romanos 16:1-2)
- Bernabé es nombrado por su acto de vender su campo y donar el dinero a los líderes de la iglesia primitiva (Hechos 4:36-37)
- La iglesia de Macedonia es destacada por su ejemplo de generosidad (2 Corintios 8:1-5)
- La jglesia de Filipos es reconocida por su generosa colaboración con Pablo (Filipenses 1:3-5; 4:14-18)
- Gayo es agradecido por el apóstol Juan por su generosa hospitalidad a unos predicadores itinerantes (3 Juan 5-6)
Es bueno hablar sobre la donación porque la generosidad es la obra de personas reales que eligen dar un paso adelante en fe y dar en lugar de guardar. Contar sus historias no anula su recompensa celestial; de lo contrario, la Biblia no lo haría.
5. La Biblia registra cantidades específicas de dinero dadas
Hay una manera de hablar genéricamente sobre la generosidad, pero sorprendentemente en el Antiguo Testamento vemos que Nehemías y David compartieron específicamente. Nehemías escribió: “Algunos de los jefes de familias contribuyeron a la obra. El gobernador [Nehemías] dio a la tesorería mil monedas de oro, cincuenta tazones y quinientas túnicas sacerdotales. Los jefes de familias dieron a la tesorería de la obra veinte mil monedas de oro y dos mil doscientas minas de plata. Y lo que el resto del pueblo dio fue veinte mil monedas de oro, dos mil minas de plata y sesenta y siete túnicas sacerdotales” (Nehemías 7:70-72, NTV).
David hizo lo mismo con la ofrenda para el templo, pero comenzó compartiendo su propia generosidad: “Oro y plata, el tesoro que tengo, y por devoción a la casa de mi Dios, lo doy a la casa de mi Dios: tres mil talentos de oro, del oro de Ofir, y siete mil talentos de plata refinada, para revestir las paredes del edificio…Dieron para el servicio de la casa de Dios cinco mil talentos y diez mil dáricos de oro, diez mil talentos de plata, dieciocho mil talentos de bronce y cien mil talentos de hierro” (1 Crónicas 29:3-9, NTV).
La conclusión de David fue que “el pueblo se alegró porque habían dado voluntariamente, pues de todo corazón ofrecieron libremente al Señor”.
Cuando nuestros corazones son humildes ante Dios, hay momentos y maneras en que podemos dar abiertamente y hablar libremente sobre la cantidad de nuestra donación sin caer en la trampa de los hipócritas.
6. La generosidad es un don espiritual que Dios da
Romanos 12:6-8 dice: “Dios, en su gracia, nos ha dado dones diferentes para hacer bien determinadas cosas. Por lo tanto, si Dios te dio la capacidad de profetizar, habla con toda la fe que Dios te haya concedido. Si tu don es servir a otros, sírvelos bien. Si eres maestro, enseña bien. Si tu don consiste en animar a otros, anímalos. Si tu don es dar, hazlo con generosidad” (Romanos 12:6-8, NTV).
Si hablamos de otros dones espirituales y entrenamos a las personas para sobresalir en cosas como la enseñanza, el liderazgo y la misericordia, ¿por qué no la generosidad? A muchos cristianos se les ha dado el don de la generosidad, pero para que lo descubran y crezcan en su don, necesitarán ejemplos y conversaciones con otros al respecto.
El amor es nuestra motivación
Desde la perspectiva de Dios, el amor es el motivo más importante para dar (1 Corintios 13:3). Una manera de probar nuestros propios corazones es preguntarnos: “¿Podría dar con alegría si nadie más que Dios lo supiera?”. Ciertamente hay momentos para dar anónimamente, como un acto puro de adoración, y otros momentos para hacer que nuestra donación sea conocida para edificar a otros. En todo, el amor —no el yo— es el mejor motivo para cada acto de generosidad.